para S.C.
Dicen que me expuse al sol del mediodía, que caí en la trampa del mar y el perfume salado del viento me atrajo, inevitable. La luz del sol es traicionera en nuestras costas: ya feroz, ya tímida o esquiva, siempre lleva al frío de la noche. Sin embargo, el ardor que deja el día es, a veces, suficiente para abrigar el paso por las calles en las que no te encuentro. Y aunque la arena desgaste, en tu ausencia, cada uno de mis actos y su lazo corredizo los ciña, en mi piel, esa aspereza siempre será dulce.
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